Funeral del Presidente Juan Domingo Perón (02 de Julio)

0
183

Celebrado en la Catedral por la Diócesis de La Rioja, ante la muerte del Sr. Presidente de la República, Teniente General Juan Domingo Perón.

HERMANOS: JUAN DOMINGO PERON HA MUERTO. EL PRESIDENTE DE LOS ARGENTINOS HA ENTREGADO SU ALMA A DIOS.

Mientras sus restos mortales en estos momentos son expuestos a recibir el homenaje cariñoso de su pueblo en el Congreso de la Nación, nosotros aquí, en nuestro Santuario y Catedral de San Nicolás -como signo y símbolo de la tradición de nuestro pueblo riojano- nos hemos convocado y nos hemos congregado para orar. Traemos un profundo dolor cristiano. Venimos a orar por él, por este hermano nuestro JUAN DOMINGO; venimos también a orar por la Patria en estos momentos muy especiales en que vive.

Como hombre y como cristiano, este hermano nuestro Juan Domingo ya ha sido juzgado por Dios. El Señor le ha dicho su última palabra. Como Presidente de los argentinos durante tres períodos, y como líder de un Movimiento Popular que trasciende nuestra Patria, se proyecta a Latinoamérica y mira al mundo entero, este hermano nuestro entra en la historia para que ella le dé la verdadera dimensión y para que ella lo juzgue, sin las pasiones que son propias de nuestra condición humana.

Celebramos, hermanos, la Misa por el hermano en la Fe. Fue hijo de esta Santa Madre Iglesia, fue peregrino hasta ayer. Hoy sigue siendo miembro vivo de esta Madre Iglesia pero ya en el término del camino. Ya se encontró con el Padre Dios. Porque JUAN DOMINGO un día fue hecho cristiano por las aguas regeneradoras del Bautismo; porque Juan Domingo un día fue ungido para ser Testigo de la Fe que le entregó Dios como don; porque Juan Domingo un día fue alimentado por el Pan de los Fuertes, que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo; porque JUAN DOMINGO fue reconciliado, como nosotros necesitamos de reconciliación, porque también él -como nosotros- durante su vida mortal, pecó; y a JUAN DOMINGO se le ungieron todos sus sentidos: su tacto, sus manos, sus pies, sus ojos, sus oídos, su boca, su olfato, su cuerpo, recordando aquella otra unción primera del Bautismo, en el que se le hizo Templo vivo del Espíritu Santo; y ahora, ya en el atardecer de su vida, en el momento supremo de la partida, ungimos su cuerpo para despedirlo a la eternidad.

Celebramos con unción esta Misa y con ese algo que no acabamos de definir por todo lo que nos pasa por dentro. Estamos en este Templo; estamos con profundo recogimiento; sentimos el mismo recogimiento que tenemos cuando hacemos El ENCUENTRO de San Nicolás y el Niño Alcalde, porque allí también vivimos un profundo acontecimiento. Despedimos a un hombre y a un hermano, que en su larga vida, con las debilidades propias de los hombres, buscó realizar en la Argentina lo que nosotros riojanos intentamos hacer cada año, cuando hacemos nuestro TINCUNAKO frente a la Casa de Gobierno: encontrarnos.

Recogemos como Madre Iglesia, y aquí en esta Iglesia Catedral, las lágrimas de un pueblo que llora por quien supo adentrarse hondamente en su alma y ser el GRAN INTÉRPRETE DE SU PUEBLO, como tantos otros hermanos argentinos que ya pertenecen a la historia. Interpretó y se ahondó en el alma del pueblo argentino, especialmente en aquellos que no suelen tener frecuentemente “voz”, para asumir y para expresar todo lo que ese pueblo guarda en su alma y en su corazón.

Queremos recoger esta mañana, como se está haciendo en todos los templos de la Patria, estas lágrimas para unirlas al pan y al vino de nuestra Eucaristía, para ofrecérselas a nuestro Padre Dios, para que a nuestro hermano JUAN DOMINGO le dé la felicidad eterna en el cielo… y a nosotros los argentinos que tenemos que seguir caminando, nos dé la lucidez, la serenidad, la constancia, la fortaleza y el coraje; nos haga reflorar esos grandes y profundos sentimientos que tenemos como argentinos, esa alma grande, generosa y noble, porque nos la regaló Dios, para que sigamos construyendo en nuestra Patria esa justicia y esa paz, que son dones de Dios. Que este hermano nuestro Juan Domingo, más allá de sus debilidades y de sus limitaciones, él también soñó y entregó su vida para que la justicia y la paz fueran realidades en nuestra tierra.

Recogemos, más allá de las pasiones humanas muy propias de nuestra condición humana, la herencia de un hombre que deja a su pueblo una vida fecunda como argentino -no dudo en afirmarlo- nos enorgullece en contarlo entre los hijos de esta tierra bendecida por Dios.

Recogemos también, en esta celebración eucarística, junto con el dolor de un pueblo, que nosotros riojanos solemos simbolizar en la caja del Inca de nuestro ENCUENTRO, las esperanzas y el hambre de “encuentro” que tenemos los argentinos.

Junto a los restos mortales de nuestro hermano JUAN DOMINGO y Presidente de los argentinos, a quien despedimos con serenidad de espíritu – consientes de los graves problemas en que vivimos – queremos esta mañana ante el altar de Dios y mirando a toda la Patria, mirando en nuestro caso a toda La Rioja más especialmente, reafirmar nuestra esperanza de que seguiremos construyendo una Argentina y una Rioja que no margine a ninguno de sus hijos. Unidos, fraternalmente entrelazados sigamos siendo con mayor intensidad un pueblo creativo, laborioso y feliz.

Recogemos en esta Misa por el eterno descanso de nuestro Presidente desaparecido, JUAN DOMINGO PERÓN, la oración de nuestros niños, las esperanzas de nuestra juventud, el dolor de cada hogar argentino, las lágrimas de nuestros ancianos, las plegarias de todo el pueblo argentino, para que Dios, nuestro Padre, las convierta en bendición para nuestra Patria.

Y, hermanos, como suele decirse que “los pobres y la juventud son los profetas que señalan los grandes horizontes del futuro”… junto a estos restos mortales, de este hombre que fue hasta ayer nuestro Presidente, queremos reafirmar que no desoiremos sus voces y que ellas constituirán para quienes tenemos la responsabilidad y la madurez de distintas responsabilidades en esta comunidad argentina, convertirlas (a estas voces) en fecundo elemento de trabajo para ser mejores servidores de ese pueblo que dejó Perón.

Recogemos también, entre tantas herencias de nuestro Presidente desaparecido, la concreción de uno de los signos de nuestro tiempo: la participación de LA MUJER en la vida pública. Es decir que deja como signo concretado que una mujer pueda asumir en nuestra Tierra Argentina la PRIMERA MAGISTRATURA. Más allá de lo que pueda ser un nombre concreto y una persona determinada, yo me ubico en lo que ella representa como signo, que es grande y profundo y proyectado al futuro. Un signo que nos debe hacer reflexionar; también la mujer ha sido puesta por Dios para asumir responsabilidades grandes como las puede tener el hombre. Y que una comunidad rectamente organizada, cuando hace sus leyes, cuando ordena toda la vida de un pueblo, y en ella está activamente la mujer como fecundando esa vida organizada, creo que un pueblo se hace más pueblo y se hace más feliz, porque hay un dejo de madre allí y es un don de Dios. Por eso le agradecemos a Dios que, como en otros lugares de la tierra, en esta tierra latinoamericana ha elegido a la Argentina para que este signo se haya concretado… y mirando más allá de lo que pueden ser intereses en juego, nosotros con mirada noble y de futuro reflexionamos todo lo que encierra este signo para nuestra Patria.

Amigos y hermanos, hemos venido a orar; estamos orando en voz alta. Tratamos de desentrañar esa oración que está encerrada en nuestro corazón; sentimos que nuestra oración es más sincera, más limpia, más profunda, porque se ha purificado por el dolor. Queremos depositar nuestra oración en esta mesa del altar así como es: esperanzada y dolorida. La unimos al dolor de Cristo para que sea redentora y engendre la Vida. Porque la muerte de Cristo nos dio la Vida. La luz de este Cirio que hemos encendido, es el signo de la Vida. El pan y el vino que vamos a ofrecer para la Eucaristía, es para engendrar la VIDA de Dios en nosotros.

Amigos. Después que dejemos en el lugar del descanso definitivo estos restos mortales de nuestro Presidente, volvamos a nuestras casas y comencemos la tarea de todos los días. Mirémonos los rostros nuevamente y sepamos descubrir todo aquello que nos impulsa a caminar juntos, a construir juntos. Dejemos de lado todo aquello que nos empequeñece en el alma y en la mente y en el corazón. Miremos el futuro con esperanza y con serenidad de espíritu, pacificados interiormente. Mis hermanos, yo miro el futuro con mucha fe y esperanza, fundamento esto en lo siguiente: en la realidad del pueblo que tenemos en la Argentina, y en la presencia operante de Dios en este momento especial de la Patria. Además, creo, que esta muerte es un signo de fecundidad para la vida de nuestra Patria, en este Año Santo Universal.

Hermanos, que María Santísima lo tenga a nuestro hermano JUAN DOMINGO junto a sí; que San Nicolás lo tenga gozando junto a sí, gozando de Dios. Mientras tanto seguiremos diciendo: “Señor, te pedimos y oramos por nuestro hermano en la Fe, por nuestro hermano argentino, por nuestro

Presidente desaparecido, JUAN DOMINGO PERON. Descanse en paz”.