A días de recibir la Admisión a las Órdenes Sagradas en su querida Parroquia Encarnación del Señor en el Barrio Schincal, Maxi Palacio nos comparte cómo fue su camino de seguimiento y amistad con Jesús.
«Mi nombre es Maximiliano Palacio, oriundo de la provincia de San Juan. Llegué a La Rioja para ampliar los conocimientos en medicina pensando que me iba a dedicar en esta área, pero en el camino de los estudios surgió la propuesta de un amigo de ir a misa y es allí donde se da este encuentro personal con Jesús. Luego quise seguir profundizando este encuentro incorporándome en la Parroquia Encarnación del Señor donde comencé a dar Catequesis de Confirmación, y es en este proceso de Catequesis que surge el llamado a la vocación sacerdotal, a partir de un retiro de Proyecto de Vida.
En el 2017 en la Diócesis de La Rioja ingresé al Pre-seminario ubicado en el Santuario de Nuestra Señora de La Merced, en la capital, y al año siguiente continué la formación en el Seminario Mayor Nuestra Señora de Loreto en Córdoba.
Mi familia en un principio no estaba de acuerdo, no porque no quisieran que siguiera el camino de la formación del sacerdocio sino porque dejé la carrera de medicina en quinto año. Para ellos esto fue un golpe muy duro, fuerte y el desconcierto los llevó a que no estén de acuerdo con mi opción. Gracias a Dios, hoy si han hecho un gran proceso, siento que, así como Dios actuó en mi corazón ha ido actuando en el corazón de ellos, fueron haciendo camino conmigo, descubriendo en mi sentir, en mi experiencia, en la forma como me he ido desenvolviendo, que soy feliz y le hace bien.
Este camino cambió muchas cosas en mi vida. En un principio cuando recién entre al seminario estaba esta incertidumbre, duda si realmente iniciaba un camino que era para mí y, después de tantos años, hoy encuentro que todo me lleva a ese encuentro permanente con Jesús. Con esto no digo que solo exclusivamente en la vida sacerdotal o religiosa uno puede tener este encuentro con Jesús, pero siento que confirmo en este momento que verdaderamente, así como lo elijo para entregarle mi vida, que también Él me elije para llevar esa relación de compromiso, de amistad, de seguimiento, de servicio.
Actualmente me encuentro en el séptimo año de formación, ingresando en las últimas etapas de la formación inicial, viviendo en una parroquia. En estos días seré admitido a las Ordenes Sagradas, es decir, el Obispo admite ante el pueblo de Dios en una celebración Eucarística que a lo largo del seminario he mostrado que el llamado de Dios ha sido genuino, no es un invento mío, el cual se va confirmando con la voz de los formadores, de la Iglesia y en el propio sentir. Se llama admisión justamente porque el obispo admite que uno presenta signos vocacionales y me lo invita a una formación netamente sacerdotal ya no tanto a un proceso de discernimiento si es para mí o no, sino emprendiendo un camino donde la formación toma como horizonte cabal el sacerdocio.
Personalmente la admisión significa de alguna manera dar este paso de compromiso, comparándolo con el noviazgo es como cuando uno se compromete con la otra persona para compartir la vida, ya no es simplemente un noviazgo, pero tampoco significa estar casado, pero va tomando otro horizonte ese camino, por eso la admisión es esto, dar este paso donde elijo pasar toda mi vida con Jesús. Ya lo conocí, Él ya me conoce, lo elijo para toda mi vida y doy este paso de compromiso haciéndolo conocer para todos.
Lo que me sostiene en este camino es, por un lado, la opción de la cercanía y el vínculo, puntualmente la oración, este diálogo permanente con Jesús, ese querer estar en su presencia permanentemente preguntándole y descubriendo cual es el camino u horizonte que Él me plantea cada día, con cada despertar, con cada amanecer, con cada momento de encontrarnos. Por otro, ha sido muy importante el encuentro con la familia y el acompañamiento de los formadores del seminario, esto me ha marcado mucho a lo largo de estos años. He aprendido a relacionarme de otra manera con mi familia, desde otro lugar, haciendo una opción de vida y ellos a su vez entendiendo que esta opción que hago me hace sentir pleno y feliz. La confianza en los formadores me ayudo a descubrirme y a crecer en muchos aspectos.
Me animo a decirles a los jóvenes y a aquellas personas que no encuentran sentido a su vida que el sentido de la vida en mi historia personal no lo descubrí solo sino en este diálogo con Jesús, por eso creo que cuando uno se encuentra medio desorientado o no sabe por dónde ir me parece que está muy bueno poder plantear esa pregunta concretamente a Jesús, ¿Qué soñaste para mi vida? ¿Qué querés de mí, a dónde me querés, a dónde te soy útil? Por eso fui descubriendo en mi vida que no es tanto servirme si no el servir o sea no descubrir tanto para que soy útil sino en qué soy útil para los demás. Creo que con esto vamos desenfocando la mirada en uno para poder ver al otro y esta relación con el otro, que a su vez lo encontramos a Jesús en él, voy encontrando a la vez mi sentido, mi camino, todo lo que Dios me ha regalado.»