Reflexión por Iván Bussone
La Cuaresma es un tiempo netamente penitencial y de conversión interior. La liturgia contribuye a generar un ambiente de recogimiento: la supresión del «Aleluya», la moderación en el uso de las flores, la selección cuidadosa de los cantos, así como el uso del color morado, más serio y grave, que invita al recogimiento y la reflexión.
Sin embargo, llama la atención que en el segundo domingo de Cuaresma, el Evangelio nos relata la transfiguración de Jesús en el Monte Tabor. Se trata de una teofanía, una manifestación de Dios para la cual la liturgia tiene reservada una festividad propia. Entonces, ¿por qué aparece este relato en este proceso de conversión al cual nos invita la Iglesia? Es que el episodio de la transfiguración de Jesús nos ofrece un secreto para mantenernos constantes en nuestro propio proceso de transformación personal y renovación espiritual.
Iniciar un proceso de conversión o transformación exige:
- “Ver la realidad” (Francisco, 2024), es decir, asumir que no podemos continuar de la misma manera y que es necesario un cambio.
- Tomar la decisión de pedir ayuda a quien todo lo puede (Jesús, nuestro Salvador) y personas que puedan orientarnos.
- Tener claro cuál es la meta de nuestro propio proceso de conversión. Esto es muy importante para poder ser constantes y también para que todas las decisiones que se tomen estén delineadas con ese objetivo. Como Pablo, considerado el atleta de Cristo, tenía claro a dónde quería llegar y por eso afirmó: “Lo que importa es que termine mi carrera” (Hechos 20, 24).
Cuando Jesús fue transfigurado, experimentó un anticipo de la glorificación que viviría con su Pascua. En esa oportunidad, Pedro, Santiago y Juan tuvieron una vivencia de lo que es el cielo. Tanto Jesús como sus íntimos discípulos vivieron anticipadamente el objetivo final de su existencia. Ese anticipo quedó grabado en sus corazones y es lo que los sostuvo en los momentos más difíciles que atravesaron.
En el esquí, al igual que en muchas otras actividades, es importante que los esquiadores mantengan su enfoque en la dirección hacia la que quieren ir, en lugar de concentrarse en los obstáculos que podrían encontrar en el camino, como los árboles. Al mirar constantemente los árboles, es más probable que terminen chocando con ellos. Por lo tanto, los esquiadores son instruidos a mantener la vista en la ruta que desean seguir, lo que les ayuda a anticipar los obstáculos y a maniobrar alrededor de ellos de manera más efectiva.
Así, un secreto que te puede ayudar a ser constante en tu proceso de conversión es siempre tener presente la meta a la cual quieres llegar. Imagínate cómo será al final de tu proceso o pídele a Dios que te revele cuál es esa versión final de ti mismo, cuál es ese objetivo que tiene tu proceso de conversión. Guarda esa revelación en tu corazón y cuando estés tentado a sucumbir, tráela a tu memoria y que ella contribuya a sostenerte en el proceso.