Un joven como todos. De Chimpay al Cielo pasando por Roma
La majestuosa Roma está atravesada por el río Tíber que tiene un buen caudal y algunas islas en su recorrido. La más importante se llama Tiberina y se encuentra a unas 15 cuadras del Vaticano.
Se puede acceder fácilmente a ella a través de puentes. Allí está el Hospital de los Hermanos de San Juan de Dios fundado en la edad media. Es un centro sanitario importante y guarda un hecho casi secreto: Allí murió Ceferino Namuncurá. No muchos de sus funcionarios lo saben y tampoco aparece como referencia en su biografía o buscadores. Sin embargo, la gente que está en la recepción del Hospital, cuenta que a menudo aparecen personas preguntando por Ceferino y queriendo ver el lugar en donde estaba la cama del joven mapuche.
Y así es, el lugar en que pasó sus últimos días víctima de tuberculosis, es hoy una sala de reuniones y en un extremo una foto y una placa así lo confirman. En ese lugar Ceferino inicio su viaje al Cielo como intercesor ante Dios, llevando a su pueblo mapuche en su corazón.
Ceferino, hijo de un cacique mapuche y una cautiva, nació en Chimpay, provincia de Río Negro, Argentina el 26 de agosto de 1886. Las misiones de los padres salesianos llevaron el Evangelio a esos poblados y Ceferino deseó llevar él mismo la Buena Noticia y la dignidad de hijos de Dios a sus hermanos mapuches.
Viaja a Buenos Aires e ingresa a la casa de formación salesiana. Enferma de tuberculosis por lo que deciden regresarlo a su tierra para su mejoría y el enfermero que lo cuida es San Artémides Zatti. Sus formadores deciden llevarlo a Roma para su mejor atención, allí sigue su preparación sacerdotal y nuevamente decae por su enfermedad y muere el 11 de mayo de 1905 en ese lugar escondido de la isla Tiberina.
Ceferino fue un joven con los ideales de todo joven: cambiar el mundo. Quiso algo mejor para su mundo mapuche, quiso llevarles a Dios y así entregó su vida. Con ese sí Ceferino también nos trajo aires nuevos en la interculturalidad, en el diálogo y consideración de los pueblos originarios. Esos primeros pasos de Ceferino necesitan de nuestros pasos para hacer camino. Un camino de encuentro con los jóvenes, con los pueblos originarios y con nuestros propios ideales.
Estamos viviendo un sínodo, animémonos a caminar desde nuestra historia de Tinkunaco, de encuentro entre españoles y diaguitas, encuentro de hoy con nuestras historias que guarda sangre de pueblo originario. Encuentro entre nosotros con la riqueza de las culturas.
Como joven, Ceferino hizo lío. Estamos llamados a seguir con sus líos.