(Homilía pronunciada por Mons. Dante G. Braida en la Catedral y Santuario San Nicolás de Bari –La Rioja – 31-03-2021)
1. Con los ojos fijos en Jesús estamos transitando esta Semana Santa celebrando hoy la MISA CRISMAL en la cual los sacerdotes renovarán las promesas hechas el día de su ordenación y en la que bendeciremos los óleos que usaremos durante todo el año para los sacramentos.
Jesús hace suyas las palabras de Isaías en las que reconoce que el Espíritu de Dios está en él, lo unge y lo envía a una misión concreta: “llevar una buena noticia a los pobres, dar la vista a los ciegos, la liberación a los oprimidos”, y proclamar la llegada de un tiempo nuevo, de un “año de gracia”.
Queridos hermanos sacerdotes, también nosotros fuimos ungidos un día para compartir la misma misión de Jesús. Pero qué necesario es antes vernos nosotros alcanzados por la Buena Noticia de Jesús que viene a asistirnos en nuestras pobrezas, a iluminarnos en nuestras cegueras, a liberarnos de las esclavitudes que nos atan. Sí, como hijos necesitados tenemos que asumir nuestras propias fragilidades personales y también comunitarias. Como clero venimos reconociendo las bondades de nuestra vida fraterna pero también las carencias que tenemos. Qué bueno es vernos llamados y amados por Jesús y descubrir su mirada tierna y la luz clara de su Palabra que viene a asistirnos para sanar y transformar esas carencias en fuentes de vida. Como bien lo decía el libro del Apocalipsis que recién escuchamos: “Él nos amó y nos purificó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre”.
Por eso es necesario asumir y ofrecer lo que somos y tenemos con confianza. Con esa confianza que tuvo Jesús en su Padre al asumir la hora de la entrega de su vida.
2. En estos últimos tiempos vamos dando algunos pasos para que tome fuerzas entre nosotros un estilo sinodal de vivir y de llevar adelante la misión pastoral. También vimos con claridad que para esto es fundamental afianzar nuestro vínculo fraterno como presbiterio.
Francisco, en su carta “Fratelli Tutti” nos alienta a vivir este camino fraternal con el espíritu del Buen Samaritano que es “capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta herida, (también en el presbiterio) la única salida es ser como el buen samaritano…” que con su ejemplo nos revela que “hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad.” (n° 67-68)
No escatimemos esfuerzos y dejémonos ayudar por la gracia y por los demás en esta búsqueda de una auténtica fraternidad sacerdotal.
3. Nuestro ministerio se realiza en el cumplimiento diario de la misión que se nos ha encomendado. Y se realiza en el servicio por amor. Por eso esta misa se celebra en el día en que Jesús instituye el sacerdocio, en la última cena, donde también da el mandamiento nuevo del amor y donde nos da el mandato de servir siempre, con el ejemplo del lavatorio de los pies.
Y nuestro servicio tiene que ver con el anuncio claro y valiente del Evangelio, con la santificación del Pueblo de Dios a través de los sacramentos y con la misión de ser pastores en medio de un rebaño que tenemos que acompañar, cuidar y promover con generosa dedicación, particularmente buscando a quien está más alejado, al que sufre, al pobre… reflejando con nuestras vidas al Buen Pastor que vino “anunciar una buena Noticia a los pobres”
Esto implica, como les decía al inicio de año, “vivir de modo claro y decido la opción preferencial por los pobres, reconociendo en ellos al mismo Cristo que quiso identificarse de modo particular con sus vidas frágiles y pequeñas. Necesitamos reconocer y asumir los antiguos y nuevos rostros de la pobreza, en quienes no tienen trabajo o una vivienda digna donde habitar, pero también en quienes tienen necesidades interiores o afectivas, en quienes están presos de algunas de las tantas adicciones de nuestro tiempo, también en la vida en estado de gestación, allí también está Cristo pobre, indefenso, sin voz, esperando corazones que lo ayuden a desarrollarse y nacer, que lo ayuden a crecer e integrarse a la sociedad. Esta opción es verdadera cuando se traduce en acciones claras y concretas y son más fecundas cuando la vivimos en comunidad, desde una profunda amistad con Dios.” (Mensaje del 1° de enero, fiesta de San Nicolás)
4. Al reflexionar hoy sobre la fraternidad sacerdotal y nuestra vida misionera, quiero que tengamos presente al mártir Gabriel Longueville. Esa frase pronunciada por él, “Voy con vos”, cuando lo vienen a buscar a Carlos de Dios para una supuesta sesión de declaración, es expresión de una fraternidad que se realiza a través de un compromiso concreto, con una clara renuncia de sí, evitando excusas o justificaciones. El P. Gabriel reacciona obrando, fruto de una fraternidad misionera cultivada a lo largo de la vida. Fraternidad misionera que es fundamentalmente, DON DE DIOS, acogido por él incondicionalmente. Beatos Gabriel y Carlos ayúdennos y acompáñenos para dar lugar en nosotros a ese DESEO de vivir una fraternidad auténticamente evangélica que se realice desde la oración, el diálogo y desde acciones concretas.
5. Queridos hermanos sacerdotes. Gracias! Gracias por sus vidas y por el ministerio que ejercen generosamente en esta amada diócesis. Gracias de corazón y sigamos caminando juntos.
Que San José, custodio de la familia de Nazaret y de la Iglesia, nos asista en el ministerio sacerdotal, para que lo podamos vivir en una entrega generosa, cultivando de modo decidido la fraternidad sacerdotal y como él estemos dispuestos a recibir constantemente la voluntad de Dios y responderle con obediencia creativa y filial.
Y que el cariño y la ternura de su esposa, la virgen María, nos acompañe y consuele en este caminar fraterno y misionero. Así Sea.